Habitar [me]
Cuando habitar-me se vuelve un destino incómodo.
Esta semana lo hablé en dos ámbitos separados y bien diferentes. Bueno no tan diferentes si tenemos en cuenta que ambos fueron lugares donde me siento en calma. Hablé sobre las distracciones. Innumerables veces mi psicólogo me habló de todos los recursos que usamos cuando estar en calma y en nosotros mismos se vuelve incómodo: estar en calma no es estar físicamente quieto, conectado o hiperconectado - a la tv, al celular, a netflix, a instagram - o todo eso al mismo tiempo. Estar en calma es poder estar en uno: en quietud. Física, mental, espiritual y sentir paz. Sin estar picoteando algo, fumando algo, bebiendonos algo. Me caché mil veces agarrando un cigarrillo, un chocolate, un capítulo nuevo de la serie, y scroleando al mismo tiempo en cualquier red social - en automático. Hay veces en que simplemente estar en paz es incómodo. Necesito el estimulo que siempre viene de afuera. Necesito salir a comprar algo, meterme a Amazon, organizar un viaje, llamar a una amiga, a mi novio, a mis hermanas o todo eso a la vez. A veces no es hambre pero estoy comiendo igual. Lo que necesito realmente puede resumirse es tener algo que resolver. Mi psicólogo me explicó que es donde me siento cómoda: es mi zona de confort, lo que sé hacer o a lo que me he acostumbrado, entonces cuando no tengo algo que resolver, no sé qué hacer. Y un poco me desespera. Me desespera no conocerme tranquila, no saber quien soy cuando necesito una pausa, un respiro o descansar. Y de nuevo: descansar no es estar quieto físicamente, el descanso mental es igual o más necesario que el físico. En mi caso el descanso mental no aparece ni cuando duermo. Los pendientes aparecen a las 2, 3 o 4 AM y me despiertan, me obligan a atenderlos y empiezan a multiplicarse. Una sola palabra: Ansiedad. Hace un tiempo empecé a tratar de no escuchar a mi ansiedad. Me llenaba la agenda cada día de pendientes laborales y personales y sociales para no darle tiempo y para agotarme a tal punto de poder dormir sin interrupción. Cuando lo hice, fue un poco mas profundo y me despertó con más fuerzas y durante más tiempo. Dejé de dormir más de dos horas de corrido durante meses. Creo que inconscientemente me daba miedo dormir: sabia que era el único momento en que estaba realmente vulnerable y no tenía el control. Desafortunada o afortunadamente esa época tampoco duró: nadie puede ser funcional, sano y eficiente si no duerme. Empece a enloquecer, pero pedí ayuda a tiempo y poco a poco empecé a dormir. Claro que es algo raro, solté el control, duermo (lo normal, y de noche) pero despierto con un poco de ansiedad de las horas donde me entregué. Durante el día generalmente siempre tengo cosas que resolver: desde que emprendí mi nivel de workaholic se multiplicó, pero en el buen sentido. Como todo está en mis manos, lo tomé con responsabilidad y emoción, aunque más de una vez me desespere el sentir que no puedo parar, que si yo paro todo para. En los breaks de pendientes de trabajo tengo que resolver pendientes de la vida. Del perro. Del auto. Del banco. Del SAT. Del próximo viaje. De la casa. Y en los breaks de esos pendientes el cuerpo. El gym. La comida. Los kilos que tengo que bajar. El ejercicio y el yoga que debería hacer a diario. La meditación para la que no me da el tiempo. Seguir estudiando francés, italiano y perfeccionando el inglés. El curso de edición de video que quedó en pausa. Todo lleva a un solo lugar: la autoexigencia. Y de ahí se conecta en automático con la primer idea: las distracciones. Es tan incómodo afrontar los pendientes laborales y los de vida porque estoy parada en el lugar de juez. Estoy con la lupa evaluando cada punto del check list de lo que debería hacer. No solamente evaluando, tambien juzgándolo. Siempre se puede hacer mejor. Entonces me explicaban, el inconsciente qué busca? Escapar. Esa realidad es muy sacrificada, dura y exigente. Distracción. El chocolate, el cigarrillo, Tiktok, la compra. Nada de eso es con un sentido, es solo para huir un ratito de mi mente. Por eso escribo. Para verle la cara a qué me pasa cuando de la nada siento ese vacío y no se a qué recurrir para que se vaya. Escribir me ayuda a sentirlo, a ponerle un nombre, a describirlo, a integrarlo. Ese vacío es parte mía. Es parte mía estando en CDMX, en Argentina, en Miami, en Los Cabos, en donde sea. Sé que siempre estoy en una búsqueda del lugar en donde poder descansar y sentir paz. Pero he aprendido que ese lugar nunca es afuera, aunque el afuera influye mucho. El afuera y el contexto, pero solamente si van de la mano con estar en mi. Y estar en mi se torna incómodo cuando no escribo, cuando no conecto conmigo, cuando no me detengo a pensar en qué es lo que me está incomodando. En este momento lo puedo identificar: la incertidumbre. Es la definición perfecta de emprender: vivir-en-incertidumbre. Lo supe desde antes y lo supe cada uno de los días desde que esto empezó. Siempre es con una convicción que nunca antes tuve en un trabajo, aunque en cada uno de los trabajos dí mi 100% y absorbí todo lo que tenían para darme: en lo laboral y en lo personal. En un principio obvio con menos consciencia, pero después cada vez con más. Pero volviendo al tema de emprender, se que no soy la única. Lo que me sorprende es que toda mi vida dije que emprender no era lo mío. Que yo necesitaba una seguridad y que esa seguridad me la daba un trabajo fijo, en relación de dependencia, irónicamente, porque lo que más he temido durante toda mi vida fue la dependencia, en cualquier sentido: emocional, económica, física, Depender de una ciudad, de un trabajo o de un tipo fue mi terror durante toda la vida. Irónico. Pero bueno una cosa lleva a la otra y el camino se hace al andar y no sé si consciente o inconscientemente pero en mi búsqueda de libertad - en todos los sentidos de la palabra - me encontré renunciando a la relación de dependencia en lo laboral lo que me llevó de a poco también a renunciar a la dependencia de varias cosas más - sin darme cuenta obvio - y a esta sensación de estar flotando en el aire cada vez más y más y ahí mismo es cuando mi cuerpo me puso un stop y se sentía asfixiar. Literalmente en esas noches de insomnio si no me despertaba la mente me despertaba la presión en el pecho de ‘te vas a ahogar’. Pero en sensación de caída libre, tipo paracaídas. Mi cuerpo y mi mente que han tenido la sensación de haberlo tenido siempre todo bajo control ahora con cada vez más todo soltado no entendían nada y me lo hacían saber. Entonces la lucha. Lucha durmiéndo, lucha despierta, inquietud, intranquilidad y todos los IN que hayan. Claro que cuando me pongo a repasar entiendo absolutamente cada parte y cómo una lleva a la otra, el punto es hasta antes de frenar. Antes de frenar busco escapar, busco la distracción, busco alguien o algo externo que me lleve a la luna. Me frustro si no sucede. No me alcanza con vamos por un café. Solucioname por favor el trámite del SAT, habla con el contador, encontrame el departamento perfecto, sacá a pasear a Frank y llévalo a bañar. Nunca nada va a ser suficiente. Porque a veces no basta con intentarlo. El único problema es el juez. El juez que me dice que voy tarde, que no está perfecto, que la lista de pendientes está por la mitad. El maldito juez. Yo.